¿Quién tiene la culpa? ¿Uber o Cabafy? ¿el culpable es el celular? La excesiva comodidad

septiembre 17, 2017

Decía escritor ruso, premio Nobel de literatura, Alexander Solzhenitsyn: “No tengo ninguna esperanza en Occidente, y ningún ruso debería tenerla. La excesiva comodidad y prosperidad han debilitado su voluntad y su razón”.

 

Textos y Contextos
Confiar en el sistema: el asesinato de Mara Castilla
Por: Miguel Alejandro Rivera
Hace aproximadamente cuatro años los servicios de transporte Uber y Cabify llegaron a México. Las apps, encantaron al mercado, convirtiéndose en un producto paradigmático para los amantes de las nuevas tecnologías. Del otro lado estaban los taxistas, que se quejaban porque estas empresas se libraban de los engorrosos mecanismos de control con los que deben cumplir los choferes y dueños de taxis: tarjetón, pago de revista, cromática, placas, etc.
Ante este conflicto que generó reacciones en la opinión pública, los defensores de las apps, argumentaron que los autos de las nuevas empresas eran últimos modelos, que estaban limpios, que los choferes eran más educados, que viajar con ellos era más seguro e incluso que detalles como tener cargador de celular y agua embotellada durante el viaje le daban ventaja a las empresas sobre los taxistas, a quienes en algunos casos se les generalizó de sucios y groseros.
A la postre, el tiempo fue quién ofreció la respuesta al preguntarnos si estas aplicaciones eran la panacea. En las redes sociales de internet, comenzaron a virilizarse casos en los que choferes de Uber acosaban sexualmente a las pasajeras e incluso veían pornografía mientras conducían el vehículo. Pese a las pruebas psicológicas y de confianza que estas empresas realizan a sus empleados, en los hechos quedó manifiesta la terrible crisis social en la que viven los mexicanos.
El caso más reciente es el de Mara Fernanda Castilla Miranda, una joven que según la versión oficial de las autoridades del estado de Puebla, fue asesinada por un chofer de Cabify, toda vez que la chica pidiera el servicio al salir de un bar en Cholula. Esto ha generado medidas como la de Eduardo Almaguer, Fiscal General de Jalisco, quien pidió a la población limitarse en el uso de las plataformas de transporte ya que existen denuncias de abuso sexual en su contra.
Y la opinión pública vuelve al debate: ¿quién es el culpable de la muerte de Mara Castilla?, ¿las autoridades, el Estado, la propia Mara, simplemente aquel que la asesinó? Los puntos de vista son diversos: obviamente la joven tenía derecho de salir y divertirse a la hora y en el momento que quisiera, como toda mujer debiera poder hacerlo; sin embargo en este país la autoridad es displicente, y luego de tantos años en el mercado, nadie se atreve a regular a las plataformas de transporte, ¿será porque políticos y autoridades invierten en ellas?
Al final cada persona tendrá su visión; no obstante, existe categóricamente un culpable al que nadie quiere juzgar porque al final todos somos cómplices de las dinámicas sociales que generan delitos como el cometido contra Mara Castilla; el teléfono celular y ese culto obnubilado que ofrecemos a las nuevas tecnologías nos mantiene cegados gracias a las comodidades que nos ofrecen.
Confiamos demasiado en todo lo que se encuentre vinculado a las aplicaciones y a una tarjeta de crédito. El sistema mundo nos tiene presos ante estos modelos de negocios que han terminado con las múltiples precauciones que tomábamos antes para llegar a casa en horarios de riesgo. La fotografía y el nombre del chofer que te llevará a tu destino, sustituyó el que algún conocido pase por ti, el ponerte de acuerdo con tus acompañantes para que todos se marchen juntos en los mismos autos o el tener a ese taxista de confianza que despiertas a las dos de la mañana.
Decía escritor ruso, premio Nobel de literatura, Alexander Solzhenitsyn: “No tengo ninguna esperanza en Occidente, y ningún ruso debería tenerla. La excesiva comodidad y prosperidad han debilitado su voluntad y su razón”.
Efectivamente, la excesiva comodidad ha debilitado nuestra razón. La entrada de las plataformas de transporte al mercado mexicano fue maravilloso para ese sector de la población que trabaja y ahorra esperanzado en que le alcance el dinero para comprar el dispositivo móvil más novedoso, que nos permite prescindir de nuestra memoria porque trae un navegador para buscar cualquier dato que necesitemos; de nuestra facultad de ubicación, porque tiene precargado un GPS, e incluso de nuestra capacidad de socialización porque ya hasta el Tinder nos ahorramos la difícil tarea de romper el hielo con una persona que nos atrae.
Empresas como Uber y Cabify entraron en un mercado que en su plan de negocios les representó ganancias millonarias; sin embargo, jamás vieron que las condiciones sociales no eran óptimas para prestar un servicio como el que ofertan: gracias a esa enorme confianza que se le tiene a las aplicaciones, las mujeres piden un transporte con su celular a cualquier hora, en cualquier zona, pensando en que es cien por ciento seguro, pasando por alto los miles de casos de feminicidios en México y la inseguridad en la que está sumido el país.
La tragedia que por siempre acompañará a la familia de Mara Castilla es un recordatorio, no sólo de que México necesita un cambio de fondo para generar mayores mecanismos de seguridad, sino también, es el llamado a emancipar nuestras mentes de ese sistema en el que confiamos a ciegas y que no, no es infalible. Una vida es suficiente para cambiar el paradigma.

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