Algo se pudrió en Quintana Roo

marzo 1, 2016
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Algo se pudrió en Quintana Roo

Pascál Beltrán del Río

Disciplinado hasta las cachas en la designación de la mayoría de sus candidatos a gobernador para la elección de junio, el oficialismo ha cometido gravísimos errores en Quintana Roo que lo tienen al borde de perder esa entidad por primera vez en la historia. Desde que se convirtió en estado de la Federación hace más de cuatro décadas, el PRI ha encadenado en Quintana Roo siete sexenios de manera consecutiva en control de la gubernatura. Sin embargo, la oposición ha ido avanzando paulatinamente en un territorio que hasta hace tres lustros era sólidamente priista. Si bien antes de 1999 el PRI ganaba la gubernatura y todos los municipios de Quintana Roo con absoluta facilidad, el cambio de siglo significó el aumento de la competitividad en la entidad. Tanto Jesús Martínez Ross (1976) como Pedro Joaquín Coldwell (1981), Miguel Borge Martín (1987) y Mario Villanueva Madrid (1993) llegaron al palacio de gobierno de Chetumal con más de 90% de los votos. Sin embargo, las votaciones que siguieron para gobernador no fueron pruebas tan sencillas para el tricolor: Joaquín Hendricks ganó con 44%, en 1999; FélixGonzález Canto, con 40.6%, en 2005, y Roberto Borge Angulo, con 52.42% hace seis años. La ventaja para el PRI es que nadie ha aspirado a aglutinar el voto opositor. Hasta ahora. Hace medio año, el actual mandatario estatal convocó a los distintos priistas que aspiraban a sucederlo para asegurarles que habría juego limpio en la contienda y los invitó a competir. A la reunión asistieron los once presidentes municipales de Quintana Roo, el presidente del PRI y el secretario de Gobierno del estado. Con ese motivo se formaron cuatro grupos para luchar por la candidatura, los encabezados por Paul Carrillo, alcalde de Benito Juárez (Cancún); José Luis Chanito Toledo, diputado federal recientemente elegido; Raymundo King, líder estatal del PRI, y Mauricio Góngora, alcalde de Solidaridad. Por fuera de ese acuerdo interno también declaró sus aspiraciones Carlos Joaquín González, exdiputado federal, exalcalde de Solidaridad y entonces subsecretario de Turismo. Aunque se sabía que Roberto Borge se inclinaba por Toledo y haría todo lo posible por frenar a Joaquín, el activismo del gobernador reventó cualquier civilidad en la contienda. La decisión de imponer a como diera lugar a su delfín provocó una rebelión en el resto de los aspirantes. Incluso, viendo ese estado de cosas, el alcalde de Chetumal, Eduardo Espinosa, y el secretario de Gobierno, Gabriel Mendicuti, también se lanzaron al ruedo. El segundo, incluso, amenazó con renunciar al partido si quedaba Toledo. La sangre había llegado al río cuando el PRI nacional decidió meter orden. Fue imposible para entonces frenar la deserción de Carlos Joaquín, quien se ha convertido en el virtual abanderado de la primera coalición PAN-PRD en el estado. Lo cierto es que Borge hizo todo lo posible por marginar a Joaquín de la carrera a fin de luego presionar para que Toledo se quedara con la candidatura. Logró lo primero, pero la decisión final ha quedado en manos del PRI nacional, que deberá resolver el diferendo en cualquier momento. Sin embargo, la candidatura de Carlos Joaquín ha crecido tanto que el PRI sólo tiene dos opciones para hacerle frente: Paul Carrillo o Mauricio Góngora. La impresión en Quintana Roo es que con cualquier otro aspirante tricolor a la gubernatura, Joaquín ganaría sin hacer campaña. ¿La diferencia entre uno y otro? Mientras Góngora mantiene nexos con el actual gobernador, Carrillo es prácticamente independiente de él. En 11 de los 12 estados con elección de gobernador, el PRI nacional jugó cuidadosamente sus cartas. Tejió acuerdos de unidad en lo interno e incluso maniobró para reventar alianzas opositoras, como en Hidalgo y Tamaulipas. Pero en Quintana Roo se le hizo bolas el engrudo. Cedió demasiado control político al gobernador, que jugó siempre a favor de sí mismo. Y cuando quiso intervenir, era demasiado tarde.

http://www.excelsior.com.mx/opinion/pascal-beltran-del-rio/2016/03/01/1078093

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