El encuentro Didier-Mimenza: Solo faltaron las palomitas

noviembre 14, 2020
por

 

 

Nicolás Lizama

 

Este viernes, vimos en Chetumal peliculescas, grotescas y a veces muy chuscas acciones que nos hicieron preguntarnos hasta donde c…rajos hemos llegado.

Los actores principales -el reparto estuvo muy variado y varios seguramente serían candidatos a un Óscar- fueron un tipo que encabezaba la manifestación y que gritaba como verdadero desquiciado que querían matarlo

Un Didier, jefe policiaco que e escaso de físico pero muy entrón para los coscorrones y, eso sí, sin un pelo de tonto, encabezó un no muy ortodoxo rescate (no creo que esa hilarante acción haya sido parte de lo aprendido en los cursos con los israelitas) que, como sea, a los tumbos y arañones, les resultó, ya que consiguieron escapar de la turba que los correteaba y amenazaba con dejarlos sin “pelotas”.

Vimos en vivo -benditas redes sociales- acciones que no se ven ni en la CDMX, sitio en donde las marchas son el pan de cada día.

Lo que sea de cada quién, el Didier y sus huestes llevan consigo su buena ración de acondicionamiento físico.

No son unos gamos que digamos, pero lograron escapar de sus seguidores que, de plano, esos sí, de tan lentos, parecían tortugas.

El caso es que, en el recuento de los daños, resultó que al final de la fuga a Didier ya mero le da el soponcio y tuvo que ingerir varios litros de Gatorade para que el color le viniera a la cara, luego de tan hercúleo esfuerzo; al líder de la marcha le dolía endemoniadamente el brazo de tanto apedrear a la sospechosa camioneta, quedó ronco y zurraba verde de tanta bilis; los manifestantes agotaron su repertorio de blasfemias; los espectadores, desde la comodidad de sus sillones, se deshidrataron porque perdieron varios litros de lágrimas (a veces uno no puede evitar la muy humana acción de llorar cuando se ríe)

En fin, fue una jornada inolvidable.

¿Quién ganó, quién perdió?

Sepa la bola.

El chiste es que los espectadores aprendimos que tanto los alborotadores como las autoridades, en muchas ocasiones, en vez de ayudar, ¡ufff, cómo perjudican!.

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