Reo que fue torturado en Cozumel ahora sufre daño neurológico

septiembre 13, 2020
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Cozumel.- Seis años después de haber sido golpeado y torturado por tres días para que confesara un crimen que asegura no cometió, José Tamayo sufre daño neurológico que hace que de forma constante se esté sacudiéndo y retorciéndose, al grado de caerse de su cama por las noches, en su celda del Centro de Readaptación Social (Cereso) de esta ciudad.

A pesar de su severa condición, que ha ido agravándose con el paso del tiempo, y que hace prácticamente imposible que pueda efectuar alguna actividad productiva, este hombre de 54 años de edad carece hasta el momento de un diagnóstico concreto sobre su condición, aunque se sospecha que padece de Parkinson, agravado con posible daño neurológico adicional.

La enfermedad le comenzó hace seis años, justo después de que fuera detenido y golpeado por agentes de la Policía Municipal, acusado de violación. Después fue llevado con la Policía Ministerial, que lo torturaron por tres días, hasta sacarle una confesión.

A pesar de haber recibido múltiples golpes en la cabeza con objetos contundentes, además de ser torturado con uso de gas y hasta sofocado con una bolsa de plástico, su abogado defensor de oficio no puso objeción alguna, por lo que Tamayo recibió una condena de 12 años en la cárcel, la que tiene cumplida a la mitad.

En un inicio leve y controlable con medicamentos, el interno dice que ahora ya no puede controlar estos movimientos involuntarios. Al ser entrevistado, se trata de sostener de una pared para no moverse, o de agarrarse las manos para evitar que se sacudan, pero de forma incontrolable se balancea.

Apenas en octubre por primera vez será valorado por un especialista, ya que los medicamentos que le daban en el hospital general de Cozumel dejaron de hacerle efecto.

Este hombre, que era bartender y taxista y dice hablar tres idiomas (español, inglés y alemán) niega haber cometido el crimen por el que fue obligado a confesar; nunca antes había sido detenido por delito algunos. Los agentes ministeriales le arruinaron la vida, no solo por el daño neurológico, sino por la larga condena en la cárcel, lejos de su familia, que incluso ya abandonó Cozumel, por falta de trabajo durante la pandemia.

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