Las poetas comparten su soledad

junio 13, 2020
por

(Proceso)
Convocadas desde México, 64 escritoras de poesía de 13 países consiguieron reunirse, a lo largo de seis días –desde sus recámaras, sus pasillos, sus salas, sus espacios abiertos de casa–, para intercambiar las lecturas de sus versos, en ocasiones inéditos. Su primer “Encuentro Internacional de Mujeres Poetas en Tiempos de Contingencia” atrajo 20 mil visitas virtuales, y creó ya el colectivo “Mujeres poetas sin barreras”.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Producto de la iniciativa de un grupo de poetas y promotoras de la cultura en el norte del país, el primer “Encuentro Internacional de Mujeres Poetas en Tiempos de Contingencia” tuvo un resultado más allá de todo objetivo previsto.

El foro, realizado entre el 30 de mayo y el 4 de junio a través de la página homónima que crearon en Facebook, surgió como idea de la poeta Carmen Amato Tejeda y la actriz Virginia Ordóñez Hernández (ambas radicadas en Ciudad Juárez, Chihuahua), al cual se sumaron Juana María Naranjo (CDMX), María Merced Nájera Migoni (Dallas, Texas, EU), Margarita Muñoz y Ruby Myers (ambas de Chihuahua).

Ellas conformaron el Comité Organizador del encuentro que selló el nacimiento del colectivo “Mujeres poetas sin barreras”.

A distancia virtual, 64 poetas se reunieron desde Argentina, Bolivia, Canadá, Costa Rica, Cuba, Colombia, Chile, Estados Unidos, El Salvador, Ecuador, España, México, Israel, Puerto Rico y Rusia.

Durante los seis días de programación, el evento generó cerca de 20 mil visitas, y le valió generosas críticas, entre ellas la del miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y poeta Felipe Garrido –creador del sitio digital Un poema cada día (Proceso, 2271)–, quien refirió a este semanario que el esfuerzo le causaba satisfacción “por levantar la voz en la pandemia, como una manera de encontrar que las voces circulen, de oponerse al aislamiento que vivimos”.

La dinámica de los recitales, sencilla, giró en torno a un solo tema: el rol de la poesía en tiempos de la pandemia.

Así, desde las salas, los comedores y en algunos casos desde el jardín de sus casas, las mujeres poetas emitieron sus versos, algunos de ellos inéditos.

Carmen Amato, doctora en literatura hispanoamericana por la Universidad Estatal de Arizona, explicó telefónicamente a Proceso que complicación no se dio para nada en el programa –ella tiene experiencia como coordinadora de las 10 ediciones que existieron del “Encuentro Internacional de Poesía en Ciudad Juárez” (1999-2015)–, sino en la organización digital, a pesar de reconocer las bondades de la tecnología:

“Fue una idea que tuvimos a principios de abril, conversamos Virgina y yo sobre la posibilidad de un encuentro a raíz de la necesidad de comunicación, de salir del encierro de la contingencia; y lo hicimos extensivo. Muchas de las poetas programadas nos conocemos desde hace tiempo de foros a los que nos han invitado.

“Si bien la convocatoria fue por invitación, nos hemos sorprendido de la cantidad de poetas que nos han contactado, de México y de distintos países, y si bien no pudimos darles cabida en la programación, hemos tomado notas de cada una de ellas, porque este encuentro da para mucho más.”

–Hubo mucha presencia de poetas jóvenes, ¿esa fue la intención?

–Sí, muchas son jóvenes, algunas con un reconocimiento cada vez más fuerte, como Elisa Díaz Castelo (Ciudad de México, 1986). Pero también tenemos poetas de renombre como Dolores Castro, quien quiso estar presente en la medida en que su salud se lo permitió, y eso me pareció maravilloso, porque es la poeta más importante en este momento.

Castro (Aguascalientes, 1923), quien pertenece a la generación de Rosario Castellanos, está vigente hasta el día de hoy impartiendo talleres de poesía. Dueña de una memoria privilegiada, ha sido reconocida con el Premio Nacional de Poesía Mazatlán (1980), Medalla José Emilio Pacheco 2016 por trayectoria, y un homenaje que el INBA le rindió en 2008 por sus 85 años de vida.

–¿Por qué era importante un encuentro de mujeres poetas?

–Porque nació de una necesidad real. Las mujeres tenemos mucha sensibilidad, y el encierro que hemos tenido nos obliga a buscar el contacto y multiplicarlo. Creo que es agradable sentarse frente a la pantalla y ver de un jalón a cinco poetas que hablan sobre su experiencias y su obra, y luego pararte y seguir con las cosas cotidianas, pero a partir de ese sentido de gozo. Este encuentro es de alguna manera un apapacho para el alma.

Amato Tejeda, autora de poemarios como Hoy somos el silencio (1994), Gestación de la luz (2006) y Estación Tempe (2010), lo definió así también:

“Salir del encierro, y no hablo de las paredes de una casa, sino de lo que acumulamos en nuestro interior.”

Entrevistada vía correo electrónico, Elisa Díaz Castelo, con una presencia cada vez más sólida en la escena literaria y recientemente galardonada con el mayor premio del país, el Bellas Artes de Poesía Aguascalientes por El reino de lo no lineal, dijo haber llegado a la poesía “casi por error” durante su infancia, cuando se topó en su casa con Nostalgia de la muerte de Xavier Villaurrutia, el primer poemario que leyó completo:

“Después de eso no hubo marcha atrás.”

Se le pregunta qué responsabilidad siente al haber recibido el palmarés de mayor tradición en el género en México, creado en 1968 (año en el que lo obtuvo Juan Bañuelos con Espejo humeante), y con el cual se han alzado poetas de la talla de José Emilio Pacheco, Coral Bracho, Elsa Cross, Javier Sicilia…

–Es difícil precisar lo que significa para mí ganarlo. Sin duda es cierto que comparto el reconocimiento con poetas que he leído y admirado durante muchos años y a quienes considero mis maestras y maestros. Sin embargo, más que una responsabilidad, lo percibo como un gran incentivo que me permitirá dedicarme de lleno a mi escritura, con más confianza y más ímpetu.

“También estoy muy consciente de que, en más de 50 ediciones, sólo 10 mujeres hemos recibido el premio. Espero que el hecho de que mi obra haya sido seleccionada marque el inicio de una nueva época en la que se escuche y se valore la voz poética de las mujeres que tenemos, que siempre hemos tenido, tanto que decir.”

–¿Qué papel particular juega la sensibilidad femenina dentro de la poesía?

–Pienso que buena parte de aquello que denominamos sensibilidad femenina es más el producto de un aprendizaje cultural que el de un hecho biológico. Creo que todas las personas tenemos sensibilidad en distinta medida y que algunos tenemos la posibilidad y también el privilegio (de clase y de género) de cultivar la sensibilidad más que otras.

–¿Cree en el feminismo?

–Por supuesto que sí, creo que es uno de los movimientos actuales más urgentes y poderosos, y tanto más en México, un país marcado por la violencia de género y los feminicidios.

–¿De qué manera puede ayudar la poesía en estos momentos de contingencia?

–Debido a la pandemia, vivimos un momento extraordinario de la historia, uno en el que muchos de nosotros estamos aislados del resto del mundo y unos de los otros. Irónicamente, sin embargo, se trata de una experiencia de soledad compartida. Creo que esto es muchas veces la poesía: una forma de compartir la soledad, de encontrar, aunque sea en la soledad, una zona franca.

“Justo en momentos como éste la poesía puede jugar un papel importante, pues buena parte de ella se enfoca en aquello que nos vincula, aquello que tenemos en común. Dentro de esta vida de archipiélagos, estos naufragios de sala de estar, la poesía constituye una carta náutica que establece y refuerza las rutas que hay que seguir para volvernos a encontrar los unos con los otros en la tierra firme de la palabra. También puede convertirse en una fuerza que actúe en contra de la deriva continental y nos reúna, al menos durante algunos instantes, en tierra firme de la palabra.”

–¿Prepara algún volumen?

–Estoy escribiendo poemas para lo que espero sea un nuevo libro.

–¿En qué se distrae en estos días de contingencia? ¿Qué le ayuda a despejarse y tener claridad?

–Últimamente paso mucho tiempo de calidad con mis dos gatas, Mitocondria y Leucocito, e intento aprender a tocar la guitarra. Cuando me da la claustrofobia, me pongo a bailar salsa sola en pantuflas.

Reportaje publicado el 7 de junio en la edición 2275 de la revista Proceso.

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