Un texto del Cronista de Isla Mujeres, Fidel Villanueva Madrid
Ha fallecido Huacho Ricalde, nombre coloquial con el que trataba a aquel hombre bonachón y polifacético que por 40 años me brindó su amistad. A su memoria van las siguientes páginas, que podrán parecer muchas, pero que no alcanzan a describir por completo a quien enamorado de Isla Mujeres se convirtió en uno de sus forjadores. Va la entrevista como si estuviera aun entre nosotros físicamente.
En busca del destino
Es enero del año 2017. He llegado hasta su domicilio sito donde la avenida Benito Juárez hace esquina con la calle Nicolás Bravo de Isla Mujeres, un lugar donde por años me sentí como en mi casa por el trato amable que la familia Ricalde Magaña me dispensó.
Aquello fue a principios de los años 80 del siglo pasado, época en que estábamos involucrados en el servicio social que a través del Club de Leones de Isla Mujeres prestábamos a la comunidad; siendo esa la principal razón de las constantes visitas que debía hacer al hogar de nuestro personaje. En ocasiones, el motivo inolvidable era para disfrutar de platillos regionales o caribeños que la Sra. Minelia Magaña Barragán de Ricalde preparaba con una exquisitez que difícilmente alguien puede igualar en la ínsula.
He vuelto ahora a esa casa para entrevistar a quien fue pieza clave en la instalación del servicio de energía eléctrica para la ciudad de Isla Mujeres en 1960-61: Joaquín Ricalde Gamboa, a quien hallo reunido con la gente mayor de la familia.
Lo primero que me llamó la atención es que -a pesar de los 82 años que lleva a cuestas- luce todavía este hombre la complexión robusta, el vigor y la fortaleza que lo caracterizaban cuando lo conocí, en aquellos tiempos en que hacíamos tertulia en el Restaurante Villa del Mar De Beto Sánchez.
Genio y figura, encuentro que los años no lo han doblado, pues además de la presencia física no ha perdido el excelente buen humor, ni el ingenio agudo del que hace gala a la hora de la charla.
Algunos datos biográficos de Huacho Ricalde, nos dicen que nació en la ciudad de Mérida Yucatán el 16 de agosto de 1935, en el barrio de San Cristóbal, en la casa marcada con el número 468 de la calle 69 para ser más precisos.
Sus padres fueron Benjamín Ricalde Sansores y Flora Alicia Gamboa Lugo. Cuenta que cursó Primaria y Secundaria en el Colegio Montejo, y que estudiaba la Preparatoria cuando el gusanito de la aventura lo hizo abandonar la aburrida y monótona capital yucateca para ir en busca de su destino. Cuenta:
“Era el año de 1951 cuando, aprovechando promociones que la Armada de México hacía me fui a Progreso, Yuc., y me embarqué en el buque ‘Emancipación’, decidido a hacerme una carrera en la Marina Nacional, de donde lo único que permanece en mis recuerdos son las tantas historias de tiburones come-hombres que se contaban a bordo, durante las travesías que hacíamos de Progreso a Veracruz.
Como todo personal nuevo y por mi corta edad, fui ingresado con el rango de Grumete, que es el grado más bajo, siendo ocupado por lo tanto en toda clase de labores, que muy aplicado realicé durante un año, hasta que mi hermano mayor Benjamín me llevó con él al Distrito Federal, donde llegando debí cumplir mi servicio militar obligatorio. Esto ocurrió en el año de 1953. Debo decirte que fue gracias al tiempo que hice en el ejército que mi vida encontró un sentido, ese que me ha acompañado a través de toda mi existencia.
Pasó que ese año lo aproveché para estudiar todo lo relacionado a las Bandas de Guerra, terminando con el nombramiento de Instructor. Esos conocimientos me abrirían muchas puertas después, como verás.”
La isla bonita
Recuerda Huacho Ricalde que el servicio militar fue muy intenso en cuanto a aprendizaje, y que ya liberado de esa responsabilidad -que en esos años era insalvable- se ocupó en la empresa Colgate Palmolive como bodeguero. Sin embargo, al externar sus habilidades con el clarín y la tambora lo sindicalizaron de inmediato, con el fin de que ya como empleado de base se dedicara a formar la Banda de Guerra de esa empresa en la cual laboró hasta 1960, cuando por su conocimiento del manejo de almacenes fue invitado a venir a trabajar con la Comisión Federal de Electricidad (CFE), a Isla Mujeres. Leamos como:
“Un día sábado de 1960, desayunaba en la Alameda una torta con tepache cuando vi venir una cara conocida hacia mí. Era mi primo Wilberth Aguilar Gamboa acompañado de un Ingeniero alemán de apellido Hoffner. Ambos laboraban para la CFE, y al verme en situación tan humilde insistieron en llevarme a comer lo que yo quisiera en un restaurante muy caro allá por el Palacio de Bellas Artes.
Al conocer Wilberth mi historia laboral, me pidió dejara a la Colgate Palmolive y me ocupara con ellos en una nueva obra de electricidad que arrancaría en unos días en Isla Mujeres, un lugar que me parecía tan remoto como la China.
Me dijo que habían inaugurado en fecha reciente el nuevo servicio de energía eléctrica de Cozumel, y que todo estaba listo para hacer la obra de Isla Mujeres. De nada sirvió que alegara que estaba yo muy bien en la Colgate Palmolive. Si es por tu liquidación yo te la pago, me dijo Aguilar Gamboa, pero como estaba cercano el fin de año, le pedí un tiempito hasta que me pagaran cuando menos el aguinaldo. No quiso; había prisa en iniciar la ejecución del proyecto.
Total que ya animado logré de la empresa una raquítica liquidación y con ella puse rumbo a Isla Mujeres, guiándome con un plano porque no tenía la menor idea de dónde estaba. Al primo Wilberth le había alegado que me estaba sacando de una ciudad populosa para llevarme a un pueblito a oscuras y perdido en el mar. No importa Joaquín, me anticipo: ya verás lo bonito que se verá ese pueblito cuando le pongamos luz.
Recuerdo que de Mérida a Leona Vicario la carretera estaba más o menos bien, pero de ahí hasta Puerto Juárez todo era terracería, con los consabidos hoyancos que provocan las lluvias, y con piedras que asomando amenazaban con reventar las llantas del viejo camión.
En Puerto Juárez mi ánimo decayó porque para el cruce había un barquito nada más. Daba a lo sumo tres viajes al día. Pedro Pablo “Triqui” Cárdenas Basto era el Capitán. No me imaginaba que con los años además de amigos seríamos parientes también.
La curiosidad de saber sobre aquella isla perdida en la inmensidad me llevó a preguntar varias cosas. De su gente me dijeron que eran amables, pero que cuidara en no meterme con ellos porque me tirarían al mar. Respecto a quienes eran los más notables, me dijeron que si en la isla lanzaba una piedra le pegaría a un Magaña. Esto se cumplió con los años.
Al desembarcar en el lugar me llevaron al campamento de la CFE, el cual estaba del lado oriente del aeropuerto. Ya había ahí máquinas y gente trabajando en la construcción del edificio que albergaría la moderna planta de luz. Mi labor inmediata como almacenista fue hacer lo imposible para que no faltaran materiales, particularmente piedras y derivados que con tres volquetes se suministraban tanto a la quebradora como al edificio en proceso.
El Residente de Obra era un Ingeniero yucateco llamado Felipe Reyes Cortés, seguido de mi primo Wilberth Aguilar Gamboa. En la jerarquía yo era el tercero. En un año el proyecto era realidad, e Isla Mujeres contaba ya con tres máquinas eléctricas de origen alemán, marca Deutz, capaces de generar energía suficiente para abastecer a la localidad.
De la planta la corriente salía hacia una Subestación, y de ahí hasta los transformadores instalados en las calles, de donde se bajaba el servicio a 110 volts para los domicilios.”
Haría aquí un paréntesis para recordar que la primera obra eléctrica que se conoció en Isla Mujeres se instaló en 1915, y que fue para abastecer, básicamente, a la estación de radio de la flotilla de barcos asignados por la marina nacional al norte del territorio federal. Luego, en 1931, el gobierno federal dotó a Isla Mujeres de una planta muy modesta, cuyo uso era también para los servicios navales, y para iluminar por unas tres horas el Parque Principal y algunas calles de la población.
Después, durante el gobierno del General Rafael E. Melgar, en 1937, entre un amplio menú de obras que gestionó y emprendió ese progresista gobernante se renovó el equipo de alumbrado, el cual subsistió hasta 1961 en que la CFE realizó la obra nueva que nos ocupa, misma que era vital porque Isla Mujeres había pasado de 645 habitantes en 1950, a 2225 (¡¡!!), en 1960, debido a que la carretera que cita Huacho Ricalde había atraído a mucha gente de Yucatán hacia la pequeña y paradisiaca ínsula, donde el turismo regional despuntaba y exigía de servicios públicos eficientes.
Regreso a Joaquín Ricalde, quien me confirma que a la isla se le daba servicio en 1960 con dos pequeñas plantas, ya obsoletas: una instalada en la Armada de México, la cual era al parecer recuerdo del gobierno del Gral. Rafael E. Melgar, y otra más pequeña que se operaba en la esquina de las calles Vicente Guerrero y Matamoros, o esquina del “Zorro”, como más se le conoce. Al respecto comenta:
“José López Portillo, que era en ese tiempo titular de la CFE en México vino a inaugurar la nueva obra eléctrica. Lo hizo el 10 de octubre de 1961. Así, de tener servicio eléctrico de 5 a 11 de la noche pasamos a tenerlo todo el día. Yo quedé como encargado de la planta. En realidad, desde mi llegada a la isla viví en el campamento de la dependencia sometido por mosquitos, chaquistes, y en medio de un calor infernal.
Lo distinto ahora fue el ruido ensordecedor de la planta de luz, algo que con el paso de los años afectó seriamente mi audición, al grado de estar completamente sordo del oído izquierdo -dice mientras se extrae un pequeño aparato que lo ayuda a escuchar.
Ahí pasé malos tiempos -añade. Ya casado me llevé a mi esposa al campamento, donde a los pocos años nos tocó el inolvidable ciclón Beulah; eso fue el 16 de septiembre de 1967.”
Cuenta también Huacho Ricalde que los primeros empleados de la CFE fueron Edwin “Tony” Fernández Magaña, Edmundo “Pipí” Morales, y Nivardo Fernández Magaña, y que ellos se encargaban de ver todo lo relacionado con la operatividad del servicio.
A Nivardo Fernández Magaña le agradezco haya confirmado datos consignados aquí, particularmente el de la marca de las máquinas instaladas en 1961.
Para 1978, afectado ya gravemente de su sentido del oído Ricalde Gamboa se jubiló.
“Imagínate tantos años viviendo encerrado día y noche con el ensordecedor ruido de la maquinaria diesel -expresa. Eso ya no era posible porque me había alterado mucho el sistema nervioso. Despertaba dando gritos o de plano no dormía.”
Si tiras una piedra…
Joaquín Ricalde Gamboa se casó el 13 de mayo de 1963 con la isleña Minelia Magaña Barragán, con la que trajo al mundo 4 hijos: Joaquín Hernán, Alicia Concepción, Julián Javier y Minelly de los Ángeles, que son hoy profesionistas, y destacados políticos dos de ellos: Alicia Concepción y Julián Javier.
“Para encontrar pareja tiré una piedra y le pegué a una Magaña -celebra entre alegres carcajadas- tal y como me lo advirtieron en Puerto Juárez a mi llegada unos años antes.
A mi compañera en las buenas y las malas la conocí en aquellas noches en que después del trabajo, tanto Felipe, Wilberth y yo, bien bañaditos nos íbamos a dar la vuelta al pueblo. Un día me tomé una taza de café en la esquina de la Avenida Juárez con Nicolás Bravo y quedé hechizado.
Luego en aquellas lunadas, alumbrados por una fogata y arrullados por las románticas canciones que el ‘Chino’ Fernández y su hijo Tony interpretaban nos fuimos enamorando…sin que las madres y los hermanos de las muchachas perdieran de vista lo que hacíamos en la semi-oscuridad.” -celebra sonriendo.
Así Huacho Ricalde se hizo isleño, integrándose a la vida social y política del lugar. Lo recuerdo preparando tablas gimnásticas para las fechas cívicas, o entrenando equipos de básquetbol, jugando tenis y béisbol que fue en lo que más destacó en la isla.
“Peloteros de esos años inolvidables fueron: José Luis ‘Trico’ García, Javier Galué Figueroa, Rogelio ‘Chilero’ Magaña Castro, Lucio Cruz Vidal, Ranulfo ‘Wandy’ Ancona Bacelis, Enrique Castillo, Saltiel ‘Babú’ Montalvo, entre otros.” -Memora el entrevistado.
Tiene Huacho Ricalde el mérito de haber integrado la primera Banda de Guerra de Isla Mujeres. Ayudado por la memoria de su hija Minelly, cuenta que los nombres de esas primeras ‘banderas’ fueron: María José Paredes García, Patricia Sánchez Trinchán, Mayra Ayala Rejón, Alicia Concepción Ricalde Magaña, Maricruz Velázquez Euan y Rosario Pastrana. Los varones fueron: José Carlos Magaña Sánchez, Julio César Baeza, Manuel Valdez Sánchez y los hermanos Julio César, Martín y Álvaro ‘Oxigeno’ Burgos Sánchez.
El espacio se termina. Regresaré porque hay en Joaquín Ricalde Gamboa muchas anécdotas que registrar, mucha historia que no debe quedar en el olvido. Ya de despedida me dice desde la puerta:
“Quiero decirte que lo más hermoso de mi vida fue haber conocido a dos personas. A Wilberth Aguilar Gamboa que fue quien me trajo a la isla, y a mi esposa Minelia, por haberme llenado la vida de tanta felicidad, en este paraíso llamado Isla Mujeres”.
Dos veces más pude conversar con él, sin embargo quedó charla pendiente. Sus amigos por doquier me han pedido recordarlo de esta manera. Me honra hacerlo.
Hoy Joaquín Ricalde se ha reunido con la compañera de toda su vida, quien se le adelantó hace apenas tres meses, el pasado 30 de diciembre. Queda vivo su espíritu, su ferviente religiosidad católica, su ejemplo de amor a esta tierra, a su familia, a sus semejantes.
Descansen en paz Minelia y Joaquín.
Fidel Villanueva Madrid.