Témoris Grecko
La situación está peor de lo que habíamos imaginado. Hay mucha crítica preocupada y legítima. También hay otra que no puede ocultar que le urge declarar el fracaso del nuevo gobierno, aunque eso sea el fracaso del país.
La decisión de liberar a Ovidio Guzmán será discutida por mucho tiempo. Pero AMLO tiene razón -no lamento disentir de tantos- al afirmar que la vida vale más que el arresto de ese maldito. Hubo 8 muertos, tenían a soldados en sus manos, amenazaron con matar civiles.
Todas esas vidas no se podrían recuperar. La captura de Ovidio, sí.
Se dice que quedó demostrada la debilidad del Estado. Yo no lo veo débil, tiene la fuerza para someterlos. Pero sí parece confundido, y eso angustia. Mucho.
Para los grupos criminales, quedó claro cómo se puede doblegar al Estado, al menos con un gobierno que pone por delante la vida de la gente.
Pero también al gabinete de seguridad -y en particular al presidente- les quedó claro que no pueden volver a hacer una estupidez -la de este operativo fue monumental-, y que el reto tiene dimensiones que exigen operaciones mucho más complejas que meterse a una casa a detener a un capo.
Estas respuestas masivas tienen que ser previstas, para contrarrestarlas. Quizás sería la oportunidad de dar respuestas igualmente masivas, deteniendo a los que salen a aterrorizar a la ciudadanía.
Todos sabemos que es gravísimo lo que pasó.
Pero también sabemos, al menos, que en el gobierno no hay calderoncitos urgidos de hacer la guerra sin cuartel, sean cuales sean sus consecuencias. No olvidemos que la tendencia de los homicidios iba a la baja y se invirtió en 2007 precisamente porque Calderón y Peña Nieto pusieron la violencia como recurso primario de intervención.
Esperemos -exijamos- que así como son humanos, AMLO y sus secretarios sean capaces de aprender de los errores. Y de reaccionar con inteligencia.
Pronto.
Ya.