Kantunilkín.- “Tuve una depresión cuando me enteré que estaba perdiendo completamente la vista y de ser una persona con una discapacidad pasé a ser un invidente”, relató Juan de Dios Náhuat Canché, una persona que explica las dificultades que pasan y cómo le hace para enfrentarse a la vida cotidiana.
Explicó que fue en el año de 1988 cuando tenía una visión a que llaman como luz y sombra que significa pueden distinguir los focos de los vehículos y con el paso del tiempo se fue perdiendo en su totalidad.
Aseguró que para superar esa situación no fue fácil, porque consideró que era una carga para la sociedad y su maestra María Ángela Tah Palma, que en paz descanse, fue su primera maestra de la escuela de invidentes en Kantunilkín, quien le brindaba palabras de aliento que iniciará una nueva etapa de la vida y que la única diferencia que andará con un bastón.
Dijo que con el paso de tiempo aceptó su realidad y con el apoyo de su maestra aprendió a leer con el sistema braille, tocar el piano, el órgano y la batería.
Náhuat Canché, es originario de la ranchería de Xocen, Yucatán y tiene familiares en el poblado de San Francisco y actualmente radica en Kantunilkín, donde vive en una humilde choza construida con material de la región.