Por Abraham Gorostieta
Cancún, Quintana Roo.- El sargazo y su arribo ha ido creciendo en las costas de Quintana Roo desde 2011. Así lo demuestran los reportes científicos de los observatorios marinos de la UNAM en el estado. No solo en Quintana Roo, sino el alga tiene una arribazón anómala abarcando las costas Este del mar Caribe (sur de Cuba y las Antillas Menores) y el Oeste de África (desde Sierra Leona hasta Ghana).
Esta arribazón causa diversas afectaciones, especialmente en el ecosistema y las actividades turísticas, entre las que se encuentran: larReducción de luz y oxígeno (zonas afóticas, hipoxia y anoxia), la acidificación por producción de ácido sulfhídrico (H2S), la muerte y/o daño de corales, aumento en las concentraciones de nitrógeno y fósforo (eutroficación), aumento en la concentración de materia orgánica partículada (POM), pérdida de pastos marinos: reemplazo por comunidades algales, afectación a las poblaciones de tortugas marinas, impacto en especies de fauna asociadas al sargazo durante las actividades de remoción en el mar y pérdida de playa como consecuencia de la desaparición de praderas de pastos marinos y por actividades de remoción en tierra.
En los ocho años en que se ha presentado este problema, a partir de 2017 se ha intensificado el estudio de la alga marina en distintas universidades. Ha habido diversas investigaciones y propuestas de qué hacer con el sargazo. Desde zapatos hasta biocombustible.
Por ejemplo, Gustavo Hernández Carmona, especialista en biotecnología marina adscrito al departamento de Desarrollo de Tecnologías del Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas (Cicimar), afirma que “es totalmente rentable recolectar sargazo y llevarlo a una planta procesadora de alginato, un polisacárido con propiedades espesantes y formador de geles”. Según el especialista, el alginato tiene un valor aproximadamente de 10 dólares por kilo, “y si se multiplica por todas las toneladas que se están varando sería provechoso”.
Otra propuesta ha sido la de los alumnos de la Universidad Politécnica de Quintana Roo, quienes comandados por Jéssica Borbolla, investigadora y catedrática en biotecnología de la misma universidad, convirtieron esta alga en carbón activado. El carbón activado sirve a la industria purificadora de agua y apoya el proceso de crear celulosa para papel, con lo que se generarían platos y vasos desechables, así como hojas de papel. Tanto profesora como alumnos detallan que el carbón activado, “puede usarse en procesos de purificación de agua, elaboración de pasta dental, contra intoxicaciones y en utensilios desechables biodegradables”.
Otras investigaciones de la UNAM sugieren que puede ser un fertilizante de cultivos, pues al someter al alga a un secado para, una vez deshidratada, separar los metales de los nutrientes, utilizando estos últimos para elaborar el producto.
Candelaria Isabel Pérez Martín, responsable del Laboratorio de Morfofisiología del Banco de Germoplasma del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY), apoya este uso del alga como fertilizante agrícola: “puede ser utilizado como sustrato en cultivos hidropónicos y como abono para plantas”. Según la científica el abono de sargazo reduciría costos en los cultivos, además de brindar elementos nutritivos a la planta, pues “cuenta con las propiedades físicas adecuadas de un buen sustrato (porosidad, porcentaje de aireación y retención de agua), factores necesarios en el cultivo”.
Empresarios hoteleros ven también cualidades en el sargazo y hasta negocio, pues la construcción de casas con ladrillos hechos totalmente con el alga, que son más baratos que los de adobe, igual de resistentes, térmicos y bloqueadores de ruido.
En 2018, el gobierno del estado invirtió 250 millones de pesos, que se emplearon en la colocación de mallas y en el pago de sueldos a trabajadores temporales para recoger el sargazo. Pero este 2019 el presupuesto para la contención del alga marina se ha elevado a un 350%. El gobierno estatal está presupuestando que se requerirán de 600 a 700 millones de pesos para la adquisición de equipo y el despliegue de las mallas que permitan contener el sargazo y recogerlo en altamar.
Una nueva corriente de estudios académicos explican que el problema no radica en el destino final que se le pueda dar al sargazo, sino en los elevados costos de extracción, lo cual hace que cualquier estrategia que se proponga para procesar la materia orgánica sea sólo un paliativo.