Oficialmente, para el gobierno de la república, la Guerra Contra el Narco ha terminado. En México, dijo el presidente López Obrador, “ya no hay guerra”; hora la estrategia se centra en el combate a la delincuencia organizada que ha quedado como estela el desgaste operativo de los principales carteles de las drogas.
El fin decretado a la Guerra Contra el Narco que por 12 años mantuvieron las administraciones de los presidentes Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, con un saldo de más de 256 mil personas ejecutadas, casi 40 mil desaparecidas y cientos de miles de desplazados, puede que esté en lo cierto, pues el narcotráfico ha dejado de ser la principal actividad de los grupos delictivos que operan en el país.
Ahora, la mayoría de los grupos delincuenciales, asociados o derivados de los principales carteles de las drogas, ya no se dedican al narcotráfico; la mayoría de las células criminales que operan en el país están dedicadas a otras actividades más rentables, aunque no por ello menos brutales que se siguen manifestando con un alza en los índices de violencia.
El narcotráfico pareciera que ha dejado de ser a principal fuente de financiamiento de los grupos delincuenciales en nuestro país, pues a la fecha el control del tráfico de drogas en México lo mantienen los Carteles del Norte del Valle de Colombia, del Clan del Golfo y el de Cali, los que utilizan mínimamente a células de los carteles mexicanos para lograr su propósito de introducir drogas a México, sea para el mercado local o para el trasiego hacia Estados Unidos.
De acuerdo a fuentes de la Fiscalía General de la República (FGR) los carteles mexicanos de las drogas, desde hace al menos cuatro a cinco años, ya son actores preponderantes en el tráfico de drogas en suelo mexicano; esta preponderancia ahora ha pasado a los carteles colombianos, que operan a través de algunas células el trasiego en nuestro país.
Eso es lo que ha hecho que a la fecha por lo menos 45 células de los carteles de Sinaloa, Arellano Félix, Del Golfo, Los Zetas, Caballeros Templaros Familia Michoacana, de Juárez y de los Beltrán Leyva, se dediquen a otras actividades delincuenciales que les son más rentables que el servicio de trasiego que ofrecen a los carteles colombianos.
Las actividades delincuenciales en las que han incursionado los carteles mexicanos de las drogas, equiparan y en algunas ocasiones superan las utilidades económicas que les deja el tráfico de drogas, siendo, eso sí, actores principales en delitos como tráfico de personas, pornografía, trata de personas, tráfico de armas, lavado de dinero, minería, huachicoleo, piratería y narcomenudeo.
Trasiego de Drogas a la Baja
Se estima, según versiones extraoficiales de funcionarios de la Fiscalía General de la República, que el abandono paulatino de los cárteles a su actividad original se debe principalmente a la captura de sus principales jefes fundadores, y la consecuente incorporación de delincuentes comunes al frente de esas organizaciones.
En consecuencia, se calcula que a la fecha más del 60 por ciento de los ingresos de las principales organizaciones criminales proviene de otras actividades delincuenciales que no tienen que ver con el tráfico de drogas, en donde destacan también la prostitución, la extorsión, el secuestro y el sicariato.
Los cárteles de las drogas han encontrado una fuente de ingresos alterna en diversas modalidades de actividades ilegales, pero no solo allí. También se les ubica en sectores formales de la economía, como la explotación de minas, cultivos agrícolas, casas de cambio y operación de casas de apuestas, incluyendo el manejo de agencias inmobiliarias.
De acuerdo a un informe de la Agencias de combate a las Drogas (DEA) de Estados Unidos, los cárteles mexicanos se han podido asentar en los últimos cinco años dentro de la economía formal en actividades económicas tan disímbolas que ha sido prácticamente imposibles para el Gobierno federal cortar esas formas de financiamiento.
Esas actividades a las que hace alusión la DEA, que funcionan también como centros de lavado de dinero, van desde la operación de lavanderías, lotes de autos usados, tiendas de ropa, clubes de esparcimiento, estéticas, tiendas de autoservicio y restaurantes.
De acuerdo a la DEA, ninguno de los cárteles de en México se ha sustraído a la incorporación de actividades fuera del trasiego de enervantes, en donde se ubica al cártel de Los Caballeros Templarios como el que más ha avanzado más en ese terreno, al tener bajo su control y operación más de 70 minas de hierro en el estado de Michoacán.
Entre los cárteles que han podido colocarse en un nicho económico que los aleja cada vez más del tráfico de drogas también está en de Los Zetas, el que mantiene el cobro de cuotas de la producción minera en el estado de Coahuila, en donde su alianza con empresarios del sector ha podido mantener en un punto de equilibrio económico a ese grupo criminal.
Otro de los cárteles que repunta en actividades económicas fuera del tráfico de drogas, del que no se han alejado completamente, es La Familia Michoacana. Este grupo criminal ha podido sobrevivir económicamente debido a la venta de protección que ofrece a las empresas formales, principalmente las asentadas en el Estado de México.
El factor común que la FGR observa en todos los grupos de delincuencia organizada que ya se encuentran en la nueva dinámica de sostenimiento económico, es el abandono “del código de ética” que en algún momento sostuvieron los líderes fundadores.
Michoacán, el Ejemplo Clásico
De acuerdo a la PGR, el cártel de Los Caballeros Templarios es el que más se ha deslindado del trasiego de drogas, para incrustarse en otras actividades económicas y lograr el sostenimiento de su estructura operativa. La principal actividad de ese grupo delictivo se finca en la explotación de al menos 70 minas de hierro, todas asentadas en el estado de Michoacán.
El mineral que se extrae de esas minas es el que se logra comercializar a bajo precio con empresas chinas que siguen operando en la clandestinidad. Los Caballeros Templarios también hacen negocios, vendiendo el mineral extraído ilegalmente, con firmas inglesas, argentinas y holandesas que se encuentran ubicadas en el puerto Lázaro Cárdenas.
Solo el año 2014, de acuerdo a los cálculos hechos por el entonces comisionado para la seguridad del estado de Michoacán, Alfredo Castillo, la comercialización de mineral extraído ilegalmente por parte del cártel de Los Templarios, fue el equivalente al 80 por ciento de la rentabilidad que obtuvieron por el tráfico de drogas, principalmente mariguana y cocaína.
La totalidad de las minas que mantiene en operación el cártel de Los Caballeros Templarios son las que en su momento fueron arrebatadas a sus legítimos dueños cuando la entidad era gobernada por Nazario Moreno González, “El Chayo”, jefe fundador de ese grupo criminal nacido de la escisión con La Familia Michoacana.
Negocio a Costa del Dolor Humano
Otro ejemplo de transición del tráfico de drogas a actividades ilegales rentables, es el cártel de Los Zetas, los que –de acuerdo a datos de la FGR- han podido mantenerse en activo debido al financiamiento que les representa el tráfico de personas. Su principal nicho de actividad es en el tránsito de los inmigrantes centroamericanos hacia la frontera norte.
Las utilidades logradas en ese sector podrían representar casi el 50 por ciento de los ingresos económicos del cártel, frente a los recursos logrados en el tráfico de drogas, y es que Los Zetas mantienen el monopolio de la extorsión, asalto, robo, secuestro y tráfico de inmigrantes en todo el sur del país, así como en el estado de Tamaulipas.
El negocio de los Zetas en el tráfico de personas se ha vuelto también internacional. Los datos de la FGR apuntan a la presencia de la red criminal en algunos de los países centroamericanos, principalmente Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Honduras, desde donde trasladan a sus víctimas que son entregadas por el llamado Clan del Golfo.
El Huachicoleo, Altamente Rentable
El cártel del Golfo, de la mano de su socio el Cartel de Santa Rosa de Lima, ha logrado transitar del negocio del tráfico de las drogas a la ordeña de ductos de combustible. Esa actividad es solo disputada con el cártel de Los Zetas, la que ha ocasionado una guerra a muerte, principalmente en los estados de Puebla y Guanajuato, en donde se concentra el mayor número de perforaciones clandestinas a los ductos de Pemex.
La utilidad por la comercialización de combustible extraído ilegalmente, equivale a casi el 45 por ciento de los ingresos que logra el Cártel del Golfo por el trasiego de drogas en todo el país, sobre todo en los estados de Veracruz, Tabasco y Tamaulipas, donde mantienen su actividad preponderante.
En los estados de México e Hidalgo, la extracción ilegal de combustible también es compartida entre el Cártel del Golfo, el Cartel de Sata Rosa de Lima y el de La Familia, solo que en esta entidad las células criminales sí han podido llegar a acuerdos para delimitar zonas de operación.
La extracción ilegal de combustible representa al cártel de La Familia un ingreso de casi el 20 por ciento de lo que representa el tráfico de drogas. Las células criminales de La Familia que operan en el Estado de México, dijo un funcionario de la FGR, complementan sus ingresos económicos derivados de la ordeña de ductos con su participación en el secuestro y la extorsión, lo que sumado representa casi el 60 por ciento de los ingresos obtenidos por el trasiego de enervantes.