Arturo Mendoza Mociño
La mañana del pasado jueves 27 de septiembre, poco antes de las nueve la mañana, Mara Lezama, la ex comunicadora de Grupo Turquesa y presidenta municipal electa de Benito Juárez, tomó aire y se armó de valor. Caminó desde la estatua del hierático prócer oaxaqueño que está en la explanada del palacio municipal apoyada en un bastón y lo hizo l-e-n-t-a-m-e-n-t-e. Lo mismo ocurría con una treintena de asistentes que contemplaban absortos su estoicismo. Uno cargaba varios pares de zapatos. Había un maquillista. Varios más extendían sus manos para sostenerla en caso de que cayera vencida por el dolor porque Lezama sería fotografiada en un templete donde —nunca falta alguien así—, el primer escalón fue colocado a 40 centímetros de la superficie final, lo cual sería una prueba física difícil de librar para alguien sano, pero la morenista no sólo llevaba un níveo y entallado traje sastre sino que también iba calzada con unas zapatillas de plataforma que volvían más difícil su ascenso. ¿Terquedad, osadía, carácter? Lo cierto es que José Luis Sánchez, aquel fotógrafo que tanto apreciaba el ex gobernador Mario Villanueva por su tesón y creatividad, sudaba a mares porque no sólo coordinaba una sesión de fotografía histórica sino porque la misma presidenta municipal electa no ayudaba para que su integridad física no se viera afectada por otro desgarre, mal paso o mal cálculo…
“Por cierto, ¿a quién diantres se le ocurre tomar una fotografía en contrapicada cuando la modelo no puede caminar?”
Un día antes, pero en Ciudad de México, la senadora electa Marybel Villegas arremete contra la empresa Aguakan luciendo joyas y atuendos que contrastan con el discurso austero del líder nacional. Acusa de corrupción y rapacerías a Desarrollos Hidráulicos de Cancún vestida de majaraja. La prensa fifí, como ya tildó alguna vez Andrés Manuel López Obrador al diario “Reforma”, valuó el atuendo y lo cifró en 70 millones de pesos. La acusadora, de pronto, autocolocó el radar mediático sobre su fortuna personal….
“¿Primero los pobres? ¿De dónde, para qué, por qué?, se preguntaron más de uno en aquella rueda de prensa de quien ya tiene en su mira la gubernatura de Quintana Roo”
Parecía una “falsa noticia” la que anunciaba que el Partido Encuentro Social —agrupación política que se distingue por ser cristiana y ultraconservadora en varios temas sociales, y de la que forma parte Greg Sánchez—, se haría cargo de la Comisión de Cultura en la Cámara de Diputados, pero no, la decisión estaba tomada. Así que la mañana del martes 25 de septiembre, la dramaturga Sabina Berman no ocultó su rabia: “Es un insulto de Morena a la cultura, es una clara bofetada a la cultura mexicana”. ¿Por qué?, se le cuestionó. Porque la decisión del gran timonel de Morena refleja un gran desconocimiento total de lo que es la cultura. Es un desprecio, es una gran decepción, siguió desahogándose la autora “Entre Villa y una mujer desnuda” y pejista de hueso colorado.
“¿Quién osó provocar al ‘tigre cultural’?”
Aquel martes ese “felino” tan temible se dejó ver en el Palacio de San Lázaro. Eran 12 personas que exigían ver al coordinador de los diputados de Morena, Mario Delgado. No, no estaban ahí el actor Gael García Bernal, ni la novelista Elenita Poniatowska, ni el rockerín León Larregui, menos aún el escritor Fabrizio Mejía Madrid. Ningún peso pesado de las artes nacionales peló las fauces, pero se escucharon las consignas “Ni cultura ni salud al PES” y “Al PES denle pesca a ver si pesca algo”. Nadia Cortés del Instituto Simone de Beauvoir argumentó: “Tenemos fuertes argumentos. El PES se ha dibujado dogmático y doctrinal y nosotros queremos una república laica, en la que no haya un paso atrás en los derechos ganados o que en la Comisión de Salud se bloqueen iniciativas, por ejemplo, para legalizar el aborto en todo el país”. El cineasta José Antonio Cordero, a nombre de la comunidad artística, aseguró que ellos querían al actor y empresario de espectáculos, Sergio Mayer, como presidente de la Comisión de Cultura. El mismo Mayer, el mismo de “Sólo para mujeres”, escuchó feliz ese deseo.
“A ver, a ver, ¿quién no bailó al ritmo de ‘Yo tengo una bolita que me sube y me baja’?”
Algunos estrategas de Morena consideraron que el diputado federal Sergio “Garibaldi” Mayer estaba más que “encuerado” para ser presidente de la Comisión de Cultura, pero, anticipándose, a las críticas por su pasado “stripper”, decidieron poner al PES por delante para que ardiera en la hoguera mediática. Así que luego de que “amainó” la furia del “tigre cultural”, Mayer, quitado de la pena, se ufanó de que no tenía que ser Sócrates para desempeñar correctamente su función. Sócrates, precisamente, es aquel griego al que se le atribuye la frase «Yo solo sé que no sé nada» y, en tres meneítos, Mayer mostró que tampoco sabe nada.
“¿Así o más hábiles en sus decisiones apagapolémicas?”
Es probable incluso que Beatriz Gutiérrez Muller haya influido en la decisión, conjetura el periodista Gerardo Ochoa Sandy, agredado cultural del país en Canadá en el sexenio de Felipe Calderón. Para él, Gutiérrez Muller, por acordada estrategia alejada de los medios, realiza viajes y acude a encuentros con la comunidad cultural, y toma e influye en decisiones en el sector. De hecho, estuvo hace un par de semanas en Oaxaca, con Alejandra Frausto, Secretaria de Cultura designada, y Susana Harp Helú —justo la que iba a presidir la Comisión de Cultura en la Cámara de Diputados—.
“Si una Comisión tan minúscula e insignificante como la de Cultura desata tales polémicas, ¿qué pasará con el Tren Maya, el traslado de la Secretaría de Cultura a Tlaxcala, el Centro Cultural que planea en Los Pinos? ¿Será cierto que López Obrador no cederá y que su pariente político, Manuel Velasco, todavía Gobernador de Chiapas, se prefigura como Secretario de Medio Ambiente, para que le allane el camino ante las previsibles protestas por el daño ecológico que ocasionará la futura red férrea?”
La cuarta transformación de México, prometida por el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, no ha empezado aún, pero ya ha desatado varias tormentas mediáticas y escaramuzas en redes sociales entre devotos y detractores de su proyecto político.
Ésa es una buena señal para la democracia en México porque los ciudadanos siguen atentos a las promesas de campaña y se nota que exigirán y no permitirán ninguna excusa o error al líder de Morena.
Mala noticia para sus seguidores porque ahora constatan que la terca realidad no se amolda a las tan cacareadas soluciones que el veterano candidato presidencial asestó durante sus últimos tres años de gira proselitista.
Inquietante señal para los representantes ganadores de elección popular porque ahora descubren que todas las mentiras dichas durante la campaña son tremendos bumeranes que, lejos de esquivar con maestría, los están golpeando como ocurre en cualquier democracia que se precie de ser democrática, madura y, oh paradojas del actual tiempo mexicano, vanguardista.