La democracia es del pueblo, pero no. El referéndum de Cataluña que España quiere negar

octubre 2, 2017
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La democracia es del pueblo, pero no. El referéndum de Cataluña que España quiere negar
Por: Miguel Alejandro Rivera
La democracia es del pueblo, pero no. Hoy el mundo occidental demuestra, otra vez, que la política internacional está plagada de conceptos incluidos en lenguaje mas no en la vida social: libertad, justicia, igualdad, soberanía, son palabras que dicen mucho y que por ser tan importantes, como todo lo valioso, son posición de unos cuantos seres humanos que dominan el mundo.
La democracia no existe, o bueno, sí pero no. El primero de octubre, los catalanes buscaban celebrar un referéndum en el que se preguntara a los habitantes de esa región autónoma de España si estaban de acuerdo en la iniciativa independentista de su gobierno, comandado por Carlos Puigdemont, y su parlamento local, el cual aprobó con 72 votos a favor dicha consulta popular.
Los catalanes pretendían ejercer la democracia ante algunos preceptos históricos, que datan de la Guerra de Secesión española de 1714; bases políticas e ideológicas, fundadas en la autodeterminación de los pueblos y la enorme represión que su cultura vivió en los tiempos del franquismo, y en la idea de que la economía catalana está atrasada por las crisis provocadas por las gestiones del gobierno central.
El Estado español se opuso ya que el referéndum vulnera la constitución, pues en ella se establece que sólo el gobierno central puede convocar a este tipo de actividades. Pese a que varias encuestas públicas realizadas por la Generalitat (sistema de organización del gobierno catalán), arrojan que los catalanes no están muy convencidos de que la validez del referéndum sea del todo confiable sin el aval de Madrir, el gobierno central tomó medidas cautelares y se ha desatado una terrible ola de represión. Sí, allá, en el primer mundo.
La furia de los catalanes y la reprimenda oficial no son una novedad, en realidad son una olla exprés que hoy estalla y por fin muestra al mundo un conflicto más que añejo. La represión no sólo es violencia, sino también se ha presentado en no “dejar ser” a quienes no se identifican con la cultura “oficial” española.
En 2013, el legislador Joan Tardá subió a la tribuna de la Cámara de Diputados en España y dijo: “Ayer un tribunal dictó que en Cataluña que un solo alumno que pide el cambio de lengua al castellano, obliga a cambiar de idioma al aula entera. La mayoría del Partido Popular siempre ha sostenido que lo que vale en Cataluña vale en toda España. En lógico paralelismo, y en justa correspondencia, entendemos que un sólo diputado que exija en esta cámara un cambio de lengua al catalán obliga a cambiar de idioma a la cámara entera, así que con la venia voy a hablar en catalán”.
El presidente de la Cámara respondió: “Señor Tardá, le ruego que no provoque un conflicto innecesario cuando estamos en un tema tan importante. Si usted se obstina en hablar, me obliga a quitarle la palabra, yo le ruego que reflexione”. Al final, Tardá fue echado de la sesión parlamentaria bajo el amparo del artículo 104 del reglamento de la Cámara, el cual estipula que un legislador a quien se le ha llamado al orden tres veces, será echado de la Sesión.
Ese es sólo un ejemplo; sin embargo, los catalanes, como miles de pueblos, razas, y naciones en el mundo sufren el desdén a su cultura; a ellos, como mucha gente no se les permite ser y tienen que vivir incómodos bajo reglas que jamás acordaron seguir pero que son obligados a acatar porque cuando nacieron, las cosas ya eran como eran. Dice Giovanni Sartori que la democracia se alimenta de los ideales para luchar contra la realidad, una con la cual muchos individuos no se identifican.
El escritor norteamericano Henry David Thoreau se preguntó muchas veces el porqué tenía que acatar las reglas sociales, políticas y religiosas de su sociedad si él jamás había estado de acuerdo con ellas; sin tener que pensar forzosamente en Cataluña, pueblos como el chiapaneco se han levantado a lo largo de la historia por exigir un mayor reconocimiento a sus orígenes, en un mundo donde domina occidente.
Alguna vez, durante los conflictos entre México y Guatemala del Siglo XIX, Chiapas fue independiente, pero terminó por anexarse a México. En 1994 buscaron recuperar cierta independencia porque no se sienten parte de este país que el neoliberalismo a forjado, y pues… también fueron reprimidos. Los acuerdos de San Andrés son un formalismo que no se cumple y que quedó simplemente para la historia.
La democracia es muestra de civilidad, pero no. Países como Venezuela y Bolivia, acusados de tener gobiernos dictatoriales, practican constantemente la figura del referéndum; incluso en Cuba, ejemplo por antonomasia para las potencias de un gobierno que por muchos años fue represor de la participación ciudadana, siempre se celebraron elecciones locales, en una muestra de esa democracia que a ojos de los países dueños del mundo no es válida.
Las consultas populares en países de América Latina con regímenes de izquierda son una burla que no da muestra de participación ciudadana; la represión violenta de un referéndum en España, en el primer mundo, es simplemente la procuración de la ley y la salvaguardia de la democracia.
Gracias a la democracia sabemos que los gobernantes están respaldados por su pueblo, pero no. Hace algunos días Ángela Merkel ganó las elecciones para seguir en el cargo de Canciller de Alemania: iniciará su cuarto mandato desde 2005; en 2019, Bolivia celebrará elecciones presidenciales: de ser candidato y ganar, Evo Morales estaría comenzando su cuarto mandato. A personajes como él o como Hugo Chávez se les acusa de dictadores, pese a respaldar sus administraciones en comicios donde obtuvieron incluso más del cincuenta por ciento de los votos… De la política europea, casi no se dice nada.
Las potencias se han apoderado de la economía y la cultura, pero también de los conceptos y el lenguaje; para países como Rusia puede haber mandatarios que trascienden las generaciones bajo el manto de una extraña democracia, como Vladimir Putin, o el caso de los Estados Unidos en donde gracias a su sistema de colegios electorales, las mayorías eligen a uno pero su democracia hace ganar al otro.
En la democracia la voz del pueblo se respeta, pero no. Hoy los catalanes son tratados como niños, imposibilitados a opinar sobre su propio destino. Dicen que la sociedad moderna se rige por las mayorías, pero en estos momentos el gobierno central de España se niega a aceptar el “sí a la independencia” que según Puigdemont arrojó el referéndum; en México también la voz de la gente ha sido minimizada de manera sistemática: las muestras más cercanas: 1988, 2006 y 2012, años electorales en los que los mexicanos querían una cosa pero la oligarquía decidió otra.
Ya sea modificando los resultados o comprando el voto, también el pueblo mexicano ha sido tratado como un montón de niños que no saben decidir y por eso mejor políticos, empresarios e incluso fuerzas internacionales aplican su propia democracia, una que no debiera entenderse como “el gobierno del pueblo”, sino como “el gobierno de la aristocracia”.
Lo que hoy vemos sobre España en los medios de comunicación son golpes, refriegas y represión en uno de los países que juegan a la democracia bajo el irónico cobijo de una monarquía. En cualquier país del mundo puedes ser libre hasta que te contrapones al sistema: es ahí cuando el Estado, diría Max Weber, hace uso del monopolio legítimo de la violencia física para preservar, en este caso, su curioso concepto de democracia.

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