Por Carlos Acuña
Veo gente llena de polvo. Veo ojos hinchados y pestañas quemadas. Casas, fábricas y oficinas vueltas ruinas. Cornisas caídas, añicos de vidrio. Pastores belga malinois, su nariz aún con el aroma de los cuerpos. Puños en alto pidiendo silencio para ubicar mejor los gritos entre el escombro.
Caras de pánico. Rapiña que vende tortas que hace quince minutos algún samaritano ofrecía gratis. Trabajadoras de limpieza, outsourcing, obligadas a laborar dentro de inmuebles a punto del colapso.
Bomberos voluntarios que llegan de Naucalpan, Atizapán, Valle de Bravo. El mecánico de la esquina que no ha parado de cargar cubetas llenas de piedras.
El muchacho desempleado que pidió 40 varos a sus jefes, para el pasaje, porque no tenía nada mejor que hacer más que acarrear víveres.
La vecina que perdió a sus amigas costureras en la fábrica caída.El paramédico que escuchó los gritos de los niños en el colegio en Coapa.Decenas y decenas de amigos que temen haber perdido sus casas.
Veo bardas caídas. Edificios llenos de agujeros en la Doctores. Grietas en todas partes. Multitudes en vilo y en vela. Veo una mariposa negra posada sobre al asfalto también negro. Escalofríos. Sudor. Veo esta ciudad que amo, con toda su mugre, con todo su veneno, hecha pedazos. Me jode verla así.