La Riviera Maya y Cancún, epicentros del éxito turístico de México y del Continente Americano están atrapados en un fenómeno criminal, atroz, que obnubila el presagio más alentador en los esfuerzos por salir avante de este flagelo complicado tras el cambio de administración estatal de gobierno.
Apenas este domingo, el domingo violento que rechazamos los quintanarroenses, mientras los funcionarios de la primera línea del gabinete de Carlos Joaquín se aprestaban a informar los avances de una jornada de más de 20 horas para conocer, atender y acordar de frente a empresarios y ciudadanía la problemática de contigencia ambiental en Holbox, isla del municipio de Lázaro Cárdenas al norte del estado; trascendió que horas antes cuatro hombres en motocicleta atacaron a balazos a una pareja que departían en una fiesta en Tulum dejando dos parroquianos heridos, un hombre y una menor de edad y ambos tuvieron que ser trasladados en vehículos particulares para su ingreso de emergencia en el Hospital General de Playa del Carmen.
Por la tarde del domingo, el domingo violento que rechazamos en Quintana Roo, de nuevo la violencia se apoderó de la Riviera Maya, esta vez la ejecución de un individuo a la altura de la calle 26, sobre la Quinta Avenida, corazón turístico y financiero de este destino en su apogeo durante las vacaciones veraniegas. En este nuevo hecho de sangre, los testigos, entre ellos cientos de turistas presenciaron cuando un vendedor de artesanías recibió impactos de bala, quedando herido en el lugar, ante la mirada atónita de todos. La Policía Turística desplegó un operativo prepotente con la gente que circulaba sobre la Quinta con la 26.
Hernán Cordero Galindo, presidente de la asociación civil Angel Ciudadano precisó que suman 140 las ejecuciones en los dos destinos. “Esta cifra es escalofriante”, subraya el empresario al hablar sobre este lúgubre ejecutómetro. Elementos de inteligencia militar han señalado que el corredor Cancún-Riviera Maya está siendo disputado por al menos siete cárteles, una condición que pone, como se dice en el argot policial, “caliente la plaza”.
El problema en estos antecedentes es que no sólo se matan entre ellos. Ponen en peligro el patrimonio y la vida de la población, pero también la de miles de visitantes. La violencia, incluso, ha tocado puntos con fama de “tranquilos” como el novel municipio de Puerto Morelos.
No hay duda: Estas narcodisputas empiezan a convertir a nuestro estado en zona de alto riesgo y sí, como señalan los analistas, la inseguridad pública viene agudizándose desde el cambio de gobierno.
Algunos municipios, algunas administraciones, algunos funcionarios de los tres ámbitos no quieren ver que, el domingo que los quintanarroenses no queremos, debe finiquitarse. Deben poner a prueba sus capacidades y soslayar la negligencia, la complicidad y la corrupción heredada por gobiernos anteriores.
Ojalá no existan funcionarios que evadan su responsabilidad. Funcionarios que crean que esto es sólo tarea que compete al Gobierno Federal, al cual incluso hay quienes culpan del incremento delincuencial.
Secuestros, extorsiones, robos a mano armada, “levantones” y ejecuciones se convierten a la orden del día, y las víctimas son lo mismo ciudadanos comunes que turistas y empresarios. Pero, también ocurre que se protege lo mismo a peligrosos delincuentes que a funcionarios coludidos con el hampa y a celebridades o juniors que en su furor obnubilado cometen un ilícito.
Entre los problemas en nuestro país de mayor gravedad y recurrencia destacan la inseguridad y el poderío de las organizaciones criminales. Hay pues, una feroz batalla que libran las organizaciones criminales, aunque dentro de los gobiernos sí hay funcionarios comprometidos que están empeñados en combatirla. Finiquitarla. Evitar los domingos que no queremos los quintanarroenses.