Beto vs Lito, una breve historia del autoritarismo borgista

julio 10, 2017

La relación entre el ex gobernador Roberto Borge, y el ex alcalde de Cozumel, Aurelio “Lito” Joaquín González, pasó del amor al odio

Fueron compadres, pero Borge transformó al alcalde en enemigo; le quitó los recursos y el manejo político de la isla

Pero también el dinero propio, y hasta la familia. No había ningún límite que el ex gobernador no cruzara

Borge gobernaba por medio de presión psicológica, económica y política

Una breve historia de autoritarismo y descontrol, para no olvidar y que no vuelva a ocurrir jamás

Hugo Martoccia (La opiniòn QR).- “Te voy a romper la madre”, dijo Isaías Capeline. Era allá por mayo de 2012. Lito Joaquín lo escuchaba. Los antecedentes inmediatos del director de Gobernación del Estado obligaban a creer en sus palabras. Todos sabían que era la mano izquierda de Roberto Borge. Y era una mano pesada.

Estaban en un evento público. Borge era gobernador y Lito era alcalde de Cozumel. Había un abismo de distancia entre los dos, aunque estaban a pocos pasos uno del otro. “Te voy a romper la madre” era la forma en que Capeline decía que su jefe le había dado la orden de entrar a Cozumel sin pedirle permiso a nadie.

Las órdenes podían ser difusas y generales para quien no entendía; “tomar el control de Cozumel”. Pero en la jerga borgista, que Capeline entendía mejor que nadie, significaba un control económico, político y territorial del municipio. Las derivaciones de esas palabras incluían hasta lo indecible.

Habían pasado pocos días desde el momento del quiebre total entre el Gobernador y el alcalde. Fue el 3 de mayo de 2012, Aurelio Joaquín lo recuerda como si fuera hoy. Su relación con el gobernador se tensaba. Borge emitía órdenes más allá de sus atribuciones. Y no soportaba que nadie desobedeciera. Lito había desobedecido.

Desde minucias como no aceptar hacer un vallado cada vez que el gobernador visitaba la isla, para que nadie se le acercara. Hasta rechazar que se hicieran negocios a su nombre con el dinero público.

“Se hacían facturas por un millón de pesos y Beto decía “pónganle dos millones”. Después venían y me querían dar 200 mil pesos que me correspondían. Yo no aceptaba”, dice el ex alcalde. “Y las cifras fueron aumentando”.

Esa desobediencia le hizo ganar la enemistad del viejo amigo.

Ese 3 de mayo el Gobernador lo citó en la casa del tesorero del municipio, Edwin Argüelles, cuñado de Borge. Fue un platica breve, sin rodeos. El mandatario estatal emitió órdenes; no estaba ahí para discutir ni para consensuar.

Borge se había convertido en un hombre iracundo, soberbio, déspota. Y así actuó ese día. “Ya te chingaste cabrón”, le dijo a Lito. “Ya no vas a manejar nada, todo va a pasar por Edwin”. Aurelio se quejó: “Soy el alcalde”.

Roberto Borge se puso de pie; el rostro transformado. No estaba acostumbrado a las negativas ni a los desplantes. Aurelio reconoce que tuvo miedo. Los escoltas del gobernador estaban de pie, unos metros más allá. “En un momento tuve miedo de que sacara un arma, o mandara a uno de sus escoltas a darme en la madre”, dice el ex alcalde.

“Lárgate”, dijo Borge, con voz helada y temblando de furia. Lito se fue, y allí dejó su poder y su futuro político.

 

EL CONTROL TOTAL DE BETO

 

El hecho fue traumático, pero la decisión no era inusual. Borge había tomado la decisión de que la Tesorería, la dirección de Seguridad Pública y la Contraloría de los municipios le correspondían a él. Con la Tesorería tenía, por supuesto, un interés especial.

Cuenta Aurelio Joaquín que hizo lo mismo en otros municipios. A Filiberto Martínez, en Solidaridad, le impuso a José Luis Toledo Medina, Chanito; a Mario Villanueva Tenorio, en Othon P. Blanco, le puso sorpresivamente a César Euan, en el tramo final de la administración.

Más adelante hizo lo mismo con Paul Carrillo, en Cancún, a quien le impuso como tesorero a Rafael Ponce.

Era un estilo de control total que no aceptaba otra respuesta que la subordinación.

 

EL DRAMA FAMILIAR

 

Pero el asedio contra Aurelio Joaquín incluyó un aspecto inesperado. Su viejo compadre no sólo quiso anularlo políticamente, sino destruirlo emocionalmente, dice el ex alcalde.

El mismo día que cumplía 10 años de casado, Aurelio Joaquín recibió la noticia de que su esposa y su familia lo abandonaban.

“Ya le avisé a mi compadre y tiene instrucciones para ti”, le dijo su esposa; el compadre del que hablaba era el mismo Roberto Borge.

Las “instrucciones” del gobernador eran precisas: Lito le tenía que comprar a su mujer una camioneta Acadia, de 725 mil pesos, y tenía que darle 100 mil pesos al mes. Por supuesto, todo pasaría por la Tesorería sin que Lito pudiera hacer nada.

Era una suerte de acuerdo extrajudicial para la separación. O quizá no. Porque en esos años, Borge era la Ley y la Justicia.

 

LA PALABRA DE LITO

 

“Yo sé que cometí errores y no trato de desligarme de ellos, tuve bajones emocionales y otros problemas que no son culpa de nadie. Pero la sociedad debe entender cómo había que hacer las cosas cuando Beto Borge era gobernador”, dice Aurelio Joaquín.

“Me dicen por qué no hablaste antes, por qué ahora. Y yo respondo que reconozco que les tenía pánico. Yo sé lo que eran capaces de hacer. Pero por eso es importante que la gente conozca cómo fueron las cosas para que algo así no vuelva a suceder”.

El ex alcalde dice que hoy cuenta su historia porque ve que quieren inculparlo en hechos en los que no tiene nada que ver. Y se va a defender.

 

 

ACLARACION. Esta breve historia no pretende establecer buenos ni malos. Es un relato que no exculpa al alcalde de sus errores ni intenta cargar todas las culpas sobre el ex gobernador; la historia los juzgará. Es apenas un somero muestrario de los entretelones del poder en Quintana Roo, que mucho tiene que ver con lo que ha sucedido en la breve pero intensa historia del Estado.

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