El legislador le pregunta a Roberto Borge, “¿por qué le haces esto a Pedro Canché?” “Porque puedo”, responde el gobernador.

febrero 23, 2016
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(Leer primera parte)

Por Miguel Alejandro Rivera

pedro-cancheSus ojos. Sus ojos son negros, pequeños, profundos. Mirar directamente a ese par de círculos hondos, es como ver de golpe toda su historia. Trakc, track, mueve su cuello de un lado a otro, se mira incómodo, intenta tronarlo. Se soba la cara, se talla los párpados una y otra vez; se ve cansado. Seguro acomodar su esqueleto una, y otra, y una vez más, se debe a que, después de su estancia en la cárcel, su anatomía quedó bastante afectada. Ya libre, se encuentra en tratamientos para aminorar el intenso dolor que carga.image

El periodista encarcelado, “Pedro, todo es político”

Mejor hubiera sido que el 16 de agosto de 2014, Pedro Canché no visitara el portal de Proceso, donde leyó que Alfredo Esquivel y Teresa Piña, líderes del movimiento por el agua en Carrillo Puerto, habían desaparecido. Pedro buscó varias veces a Esquivel para realizarle una entrevista, pero este nunca accedió: “pensaba que yo era oreja del gobierno”.

Canché decidió que si no le daban la entrevista, no valía la pena seguir la nota; sin embargo, cuando los líderes desaparecieron, Pedro no dudó en ir, “le vi valor periodístico al asunto”.

A raíz de ello se involucra en el movimiento, sube un video a Youtube donde una abuela maya, hace fuertes reclamaciones a Enrique Peña Nieto. Este llega a más de 15 mil visitas. Poco a poco se mete de fondo en el agua. El 17 de agosto, asiste al plantón que tiene el pueblo maya para no permitir el paso de los burócratas del gobierno municipal a sus oficinas.

El 18, recién salidos de su escondite, Teresa y Esquivel son detenidos por sabotaje; “el 19 que yo me aparezco en la noche me dicen: ‘Pedro, ya hay una negociación´, yo digo, excelente, es una buena noticia, ya se va a acabar esto, y los periodistas queremos siempre la exclusiva, entonces vamos a esperar el documento”.

Pero el acuerdo no llegó, ni tampoco el notario que prometieron, ni la solución para el pueblo, “llega la subprocuradora Blanca Imelda Vargas, con el director de policía, Gerardo González Espinosa, y la subprocuradora dice: les doy diez minutos para que se vayan o van a llegar los antimotines, los desalojamos a la fuerza”.

“Viene la barrida, se llevan como a 40 personas; hasta adolecentes, a un chavo que se baja del ADO para filmar también se lo llevan y pierde el autobús, y a mí no me llevan, porque saben que soy periodista; el director de policía fue reportero, entonces me tienen ubicado, no pasa nada”… por el momento.

Durante esos días otros periodistas y gente del Ministerio Público alertan a Canché “Pedro, aguasss, hay un expediente exprés. En el juzgado me decían, Pedro, ya la orden de aprensión salió, no te acerques aquí a reportear”.

Pese a un amparo que le ayudó a tramitar la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), los fantasmas de su viaje en bicicleta, mientras escapaba del Ejército, vuelven en forma de judiciales. ¿Te acuerdas que Pedro se salió por la puerta de atrás de su casa? Esta vez no había puerta trasera, no en su automóvil. Las armas largas que portaban los hombres de un auto rojo lo hicieron ver que no podría correr… esta vez no escaparía.

Lo agarran en una gasolinera, “vienen armados, se ponen en la puerta, me dicen ´bájate, sino te la rompemos´. Incluso pagué 200 pesos de gasolina pero ya ni me los echaron. El judicial mete su mano, se le atora con el vidrio ´¡hay un amparo, tranquilos hay un amparo!´. Me bajo, ya me llevan, le mando un mensaje a Sergio Caballero, de Proceso, le digo, ´ya me agarraron´. Él lo publica inmediatamente”.

“Esto es político Pedro, esta cosa es política” le dicen los judiciales en su traslado. “Me llevan al Ministerio Público, me dejan en un cuarto solo, el judicial deja su arma en la mesa, él se va, piensan que igual la quiero usar para escaparme, tocarla, no sé, cualquier cosa. Tons yo me levanté al baño, puro pretexto para no estar cerca del arma, para que no me inculparan”.

“Cuando me dicen que eso es por sabotaje pues sé que no alcanza fianza: terrorismo, que no se veía desde el 68 y directo a la cárcel. Me llevan a la cárcel, me dejan en un espacio muy pequeño mientras me toman huellas como a un criminal, huellas en todos lados, en la libreta, la mano completa, los dedos”.

“El talante con el que un hombre acepta su ineludible destino y todo el sufrimiento que lo acompaña, le ofrece una singular oportunidad, incluso en las circunstancias más adversas, para dotar a su vida de un sentido más profundo”… Lo único en lo que piensa Pedro Canché al ser acorralado en un cuarto lleno de excremento, sangre y orina, es en la búsqueda del sentido de Viktor Frankl, un libro que había leído hacía algún tiempo… piensa en que el cautiverio en el que ahora vive “es un encierro donde se siente uno con dignidad, pasaban los policías y siempre con dignidad, con la frente en alto, porque sé que es un encierro injusto y no participé en nada”… “El destino, un regalo”.

Es ingresado finalmente al módulo uno de la prisión, el que le habían dicho, era para los enemigos. “Llegando ahí me jalonean, me llevan con los líderes de la Cocopo, que los tienen en una sola celda. Cuando me ven Teresa y Esquivel, siguen con la idea de que soy del gobierno”… le dan una paliza.

No fue la única. Un rato después, un grupo de reos lo cazaron. “Aquí los reporteros nos caen mal, sacan todo en los periódicos… les dije, ´yo soy reportero de otras cosas´, pero como ellos no saben de Proceso ni nada de eso, me dijeron, ´aquí la situación es que´… de repente siento un golpe en la escápula, en los pulmones, muy fuerte, que me empuja dos metros, me pego en la pared… de los 30 que eran, ocho me empezaron a agredir… sientes que estás en una irrealidad, sientes un temor que dices… me van a matar”.

Y arriba, mirándolo todo, la policía… “ya después cuando estoy más tiempo en la cárcel me doy cuenta que a ellos les gusta ver los pleitos, les gusta el morbo… me golpean en el estómago… después de ese golpe me duele mucho, no puedo comer en mes y medio, vomito mucho, vomito bastante”.

“Entonces, algunos presos que me conocen me rescatan, ´no, él es Pedro Canché, es una persona que conocemos aquí en Carrillo Puerto, él es un buen periodista´, pero ya me habían dado un buen golpe, con toda la impunidad… al día siguiente otro viene, me echan agua fría, duermo en el piso, me levantan a golpes, me sacan y me empiezan a golpear otra vez, me lastiman el hombro… en los nueve meses solamente me dieron pastillitas, hicieron como que me hacían tomografías, pero nunca hubo una atención para que yo sepa qué es lo que tengo”.

“El director de la cárcel me dice, ´pues te podemos dejar en un lugar aislado, con el que tiene SIDA te podemos dejar, en otro sitio hay unos reos aislados muy peligrosos, ahí te podemos llevar si quieres´. Entonces le digo, ´¿y el módulo dos que decían para los amigos?´ Entonces ya me pasan al módulo dos, con acusados de abuso sexual, gente que fueron acusados por señalamientos nada más, por venganzas que del padrastro, de la madrastra, otros por celos de la esposa… inocentes”.

Aunque puede “reposar” un tanto más tranquilo de las golpizas, pasa mes y medio vomitando y sin comer, por lo que es llevado al hospital. Ahí, pese al apoyo de la CNDH, y de las propias enfermeras, enviados del gobernador entran para llevarlo de vuelta a su reclusión. Le arrancan el suero, un chorro de sangre salpica por todas partes. Pedro Canché vuelve al encierro.

Mientras Pedro permanece cautivo, el diario Quequi, para el que alguna vez trabajó, publica notas: “Tiene agitador lujosa vida doble”, utilizando fotografías de sus redes sociales para hundirlo más ante la opinión pública. “Esa foto del yate me la tomaron un día que en una competencia, unos me regalaron un pescado y subí por él”.
Ante todo esto, una amiga periodista de Pedro le pide a un diputado que iba a comer con el gobernador que intercediera por él. El legislador le pregunta a Roberto Borge, “¿por qué le haces esto a Pedro Canché?” “Porque puedo”, responde el gobernador.

Pedro en libertad, el rockstar de la comunicación

Para Pedro Canché, ser maya en estos tiempos significa discriminación. “Un odio tremendo”. Pasó nueve meses en la cárcel y como bien le dijeron los judiciales que lo llevaron a prisión, en efecto, todo fue político.

Pedro sabe, y lo asiente con un suave ademán de cabeza, que antes de ser encarcelado, era un periodista enclavado en la provincia mexicana. Entiende que esto le ha dado foros, lo ha hecho visible, que ha sido dotado con una voz que goza atención. Lo escuchan. Carga nuevas responsabilidades.

“Entrar en la historia de los periodistas de México así, gracias a nueve meses en la cárcel es muy difícil, pero se asimila”. Araceli Andrade, la misma abogada que asesoró a Lydia Cacho, sabía que encarcelarlo sería peor para el gobernador, haría visible al periodista maya: “esto va a ser un gober precioso dos…tu nombre, Pedro Canché, le va a quedar marcado a Borge como si fuera una vaca”.

“La parte mediática me encanta, yo no supe el alcance que tenía; hasta que salgo veo que estoy en todos lados, en Sin Embargo, en Animal Político, en CNN… me conmovió mucho que los amigos de emmequis me hicieron un reportaje allá… salgo y le digo a mijo: ´¡mira, estoy en Wikipedia!´, mijo dice ´¡oye, guau!´, así, contentos… y en la cárcel llegaban mis hermanas, ´mira lo que sacó Amnistía Internacional, mira lo que sacó el CPJ de Nueva York´, y repartíamos los recortes y los presos decían, ´Pedro Canché tiene el poder´, y todos aplaudían, ´¡Pedro, sácanos de aquí!´”.

Durante las golpizas como novel reo, sólo pensaba en ver a sus hijos, sobrevivir. Jamás imaginó los reflectores que le esperarían afuera. Lo que hasta ahora más le ha impactado de ser un “rockstar”, es tener enfrente a Carmen Aristegui, “la novia de todos los periodistas”, dice él. “Yo a Carmen Aristegui con verla en su fotografía ya es suficiente; cuando la vi fue como tener una muñeca de porcelana enfrente, no la quiero ni tocar, uy, se va a desbaratar… quise entrevistarla, pero pos no, yo salí entrevistado”.

***

Una de las razones por las cuales Pedro Canché fue detenido es porque el gobierno lo veía en todos los mítines y manifestaciones, pensaban que era activista; sin embargo, simplemente, era un periodista que no quería perderse las notas importantes que atañen a su pueblo, “los mayas escribían en piedra, y si yo tengo que escribir en piedras lo hago, como mis abuelos… pero para qué si está internet que es más rápido” se ríe, como un chamaco, uno de 45 años.

La adrenalina del encierro ha bajado poco a poco, el “sentirse seguro”, así, entre comillas, le dio un vuelco a la dinámica con la que salió de prisión. Ahora, un botón verde que carga en su bolsa derecha es lo que lo aferra a su “tranquilidad”. En caso de pánico, habrá de oprimirlo.

Fuera de prisión desde el 29 de mayo, la libertad le sabe distinto, cierra sus ojos, muestra, otra vez, su cara de niño, y evoca esos aromas que él disfruta, “el olor de las flores, la brisa, el aroma de los cedros, el aroma del zapote, el aroma del coco, de la palmera, de los mangos verdes -muerde una jícama, scrash- antes no me sabían a nada, ahora le agarro un sabor rrrico”.

El salir de prisión trajo consigo cosas buenas y cosas malas. Pocos saben que al ser encarcelado, una mujer cubana, perdió un hijo de Pedro. Para él esto es “el daño colateral de Borge”. “No lo he dicho porque me duele, me duele mucho, pero… son los precios de la libertad de expresión”.

Existen diversas opiniones ante el fenómeno Pedro Canché: la víctima, el enemigo, el arribista, la voz de su pueblo. Él, encuentra su más clara similitud y se define en Flik, la hormiguita de la película Bichos, “cuando Hopper va y le quita su comida a las hormigas, las somete, una hormiga se revela… me enfrento al poder, soy un indígena maya que se enfrenta al poder”.

El gobierno de Quintana Roo se negó a cumplir con la Recomendación 13/2015, emitida el 6 de mayo del presente año, por la CNDH, donde se pide la reparación de los daños realizados a la persona de Pedro Celestino Canché Herrera. Es difícil saber dónde irá a parar el conflicto entre el periodista y Borge, pero, lo que han expresado organizaciones como Artículo 19 es que “la vigencia de la libertad de expresión en Quintana Roo se encuentra en grave peligro”.

Pedro Canché tampoco tiene certeza de qué pasará con su propio caso. Sus prioridades actuales son seguir las gestiones para que se haga justicia, continuar sus tratamientos médicos para borrar de su organismo las huellas de su encierro y, sobre todo, disfrutar su libertad.

Abrazado por el frío de la lluviosa Ciudad de México, dónde vive una especie de exilio temporal, Pedro, Pedro Canché dice sonriendo: “a mí me gusta estar libre, soy un pájaro libre”… y se aleja, se va a quién sabe dónde, a seguir su proceso.

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