El fin del felixismo-borgismo se llama joaquinismo.
Por Gilberto Avilez Tax
Este año, en Quintana Roo habrá elecciones para gobernador, y los días del borgismo, continuador del felixismo, al parecer están contados. Más de 10 años de gobiernos sin sustancia, neoliberalmente escorados al solo interés del turismo y olvidando las carencias sociales que existe no sólo en las otras regiones de tierra adentro del estado sino hasta en la misma zona turística; más diez años del desprecio a los mayas del centro del estado (el caso Pedro Canché no es aislado, aunque sí el más claro donde se dejó ver, de forma contundente, la ficción del sistema de justicia en el estado escorado a los designios del gobernador en turno, y el desprecio profundo que reconocidos borgistas como Raymundo King de la Rosa, o el presidente estatal de los Derechos Humanos en Quintana Roo, Harley Sosa Guillén, entre otros, tienen en contra de la etnia maya de Quintana Roo, la etnia que posibilitó la creación del estado). Diez años de endeudar exponencialmente las arcas de Quintana Roo y olvidar crear condiciones adecuadas para un desarrollo equilibrado que haga salir del marasmo a las regiones de tierra adentro y los cercanos pueblos del Hondo, y posibilite la reactivación tan ansiada de Chetumal y Bacalar.
Diez años donde la violencia del crimen organizado ha asentado sus reales en Cancún, Playa del Carmen, Tulum y hasta en la antes apacible y bostezante Chetumal, mientras una clase política felixista-borgista, viviendo en sus burbujas de irrealidad construidas por el harto presupuesto y el fuero, ocultaba el olor del cadáver putrefacto de la anomia social sostenidos en sus “casos aislados”, militarizando con sus trogloditas Bibianos, o no profesionalizando sus policías y palomeando a sus incompetentes como el Gumersindo y sus cuervos.
En fin, más de diez años en que la poca ciudadanía (sobre todo, la del norte del estado y la de la región de Felipe Carrillo Puerto), que ha aguantado tanta frivolidad, holgazanería y poco oficio político de un felixismo-borgismo, ha desembocado en un hartazgo que se siente, se huele en el aire, que produce hastío al leer el moribundo y no creíble Diario de Quintana Roo, o escuchar a Romero Vara y pensar que eso no es la realidad que vivimos, que eso es una mentira que solo puede venir de los pasillos de un borgismo-felixismo con gangrena cerebral.
El hartazgo ha provocado la molestia hasta en el mismo barco de la vieja guardia de priístas quintanarroenses que sí se forjaron en el oficio político y tuvieron oídos a las necesidades de la gente. Se le tachará de todo al ex gobernador chetumaleño, Mario Villanueva Madrid, pero nadie negará que fue de los últimos gobernadores cercanos a la gente, querido por muchos, criticado por tantos, pero no negado por nadie. Hace pocos días, Jorge Polanco Zapata, un cercano colaborador del gobierno de Villanueva Madrid hasta el punto de que Villanueva lo proyectó para sucederlo en el cargo, anunció que se postulaba como candidato independiente al gobierno de Quintana Roo porque le daba “mucha tristeza ver cómo están despedazando al estado, ver la deuda tan elevada e injustificada, y que estamos sujetos a una clase política sumida en la soberbia y en la banalidad”. El borgismo felixismo es así, causante no de mucha tristeza, pero sí de fastidio y hartazgo ciudadano.
Pero hay que ser realistas, dudo mucho que Polanco Zapata tenga más que frases exactas del hartazgo ciudadano contra el borgismo-felixismo, pues su mejor tiempo fue hace más de una década. Además, en el entendido de que el candidato de Morena en Quintana Roo, José Luis Pech Várguez, es el polizonte infiltrado del borgismo con la venia de los caciquillos de “izquierda” en Quintana Roo para pudrir de raíz una fuerza política dirigida por un lopez-obradorismo que no entiende de razones ciudadanas quintanarroenses, nadie que no sea del propio priismo acabará con la pandilla del borgismo y sus políticos y políticas rapaces.
¿Y a quién nos referimos? Sin ser priísta, todo hace pensar que el Priismo en Quintana Roo necesita airarse, modificarse, regenerarse. Las semillas del borgismo han hecho de la frivolidad y la banalidad la forma de gobernar un estado neurálgico del sureste. El que conozca parte de la historia del PRI en el siglo XX, sabrá que las mudas y los cambios de timón, como respuesta a los hartazgos ciudadanos, contribuyeron a la perduración del sistema por tantos años: a un Callismo brutal, conservador y fascista, le sobrevino un Cardenismo radical, popular, agrarista, nacionalista y con ribetes comunistas; al desespero que acunó las radicalidades de Cárdenas, sobrevino la era industriosa y conservadora del Avilacamachismo y el alemanismo. Hubo otros cambios de timón con Adolfo López Mateos, una cerrazón con Díaz Ordaz, otra vuelta de timón con el decenio siguiente, etc.
En el patio quintanarroense, creo que los diez años de frivolidad y deturpación felixista-borgista, pide a gritos un cambio radical de timón, una regeneración del tejido social, un equilibrio del sistema, y una eficacia para hacerle frente a la violencia creciente en el estado: ni los presidentes municipales de Playa del Carmen o Cancún, pueden hablar con credibilidad si nos atenemos a los números rojos del desbarajuste claro en que discurren sus administraciones en cuanto a la violencia.
Si todos los signos resultan ciertos, si la lectura es la correcta, la tabla de salvación, y a un tiempo, la pala que podría enterrar o al PRI en Quintana Roo o exclusivamente al Borgismo-felixismo, recae en la figura de un solo hombre: Carlos Joaquín González. Me explico. Si el priismo no elige a Carlos Joaquín como candidato, en Quintana Roo tendríamos una fuerza social y un movimiento político en la persona de Carlos Joaquín González, que pondría fin no sólo al borgismo cacaseno sino hasta al priísmo en ese estado. Error enorme de los priistas sería el no elegirlo a él, pues de su elección depende la sobrevivencia de un priismo que ha aguantado dos de las peores gubernaturas de la historia de Quintana Roo, el de Félix González Canto y el de Roberto Borge Angulo.
Si lo eligen, nadie salvo el borgismo pierde, y las elecciones de este año en Quintana Roo resultarían las más aburridas por saberse ya el ganador de antemano: Carlos Joaquín se llevaría de calle a todos los que osaran hacer el ridículo enfrentándolo en la liza política, pues su capital político es de los más sólido y honesto en la historia de la política en Quintana Roo. Pero si el PRI toma la estúpida (algo que me parece lejano) decisión de excluirlo, entonces las elecciones de Quintana Roo se volverán demasiado atractivas, y el joaquinismo se convertiría en una fuerza que, en su capacidad de aglutinar a todas las fuerzas disidentes del borgismo en ese estado, le daría la madre de todas las batallas a una clase política borgista altamente desprestigiada.