¿ A quien le rezas en las noches ?

diciembre 21, 2015
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Textos y Contextos

¿A quién le rezas en las noches?

Por: Miguel Alejandro Rivera

¿A quién le rezas en las noches, o cuando tienes un problema, o simplemente cuando medio pecaste y te urge sentir un poco de paz espiritual sin necesidad de ir a contarle tus secretos a un cura? Es muy probable que la solución sea rezarle a un Santo o a una Santa; sin embargo, aunque esa sea la respuesta, la pregunta sigue siendo igual de válida: ¿a quién le rezas en las noches…?

Hay santos como San Charbel, San Martín de Porres, San Francisco de Asis y hasta el Santo niño de Atocha, a los cuales muchas personas les tienen una devoción incluso heredada, pues en realidad quién se toma la molestia de conocer la historia de cada uno de los personajes a los que se les encargan los problemas cuando ya no bastan las soluciones terrenales. Sin embargo, los santos son personajes ancestrales, que pese ha haber sido seres humanos como cualquiera, su vida ya nos queda muy lejos, incluso a varios siglos de distancia.

Hay mucha diferencia entonces entre los santos de antes y los santos de ahora: difícilmente podemos verificar la historia de Juan Diego Cuauhtlatoatzin, por la que el indígena chichimeca fue canonizado, pero hay otras historias que sí podemos evaluar, biografías de seres humanos que de pronto se convierten en santos.

Y es que hace algunos días, el Papa Francisco I anunció que canonizará a Agnes Gonxha Bojaxhiu, mejor conocida como Teresa de Calcuta, ganadora del Premio Nobel de la Paz en 1979. Pese a que para muchos es la personificación de la bondad, para otros esta mujer no fue más que un rostro amable del imperio que utilizó cifras inconmensurables de dinero sólo para que los pobres murieran en un catre y no en el piso. Con todos los dólares que recibía no hizo por la salud, sino por una muerte digna. «Hay algo muy bello en ver a los pobres aceptar su suerte, sufrirla como la pasión de Jesucristo —dijo la madre Teresa—. El mundo gana con su sufrimiento”, escribió Martín Caparrós en su texto “Por qué detesto a la Madre Teresa de Calcuta”.

Una luchadora incansable contra el aborto y los métodos anticonceptivos; parecía llevar la propia contradicción en su discurso: estaba a favor de la familia, pero en pro del divorcio de la muy cercana a ella Lady Diana; a favor de los pobres del mundo, pero también de Charles Keating, el famoso financiero que en los ochentas fue a la cárcel por fraudes crediticios pero que era uno de sus más grandes contribuyentes… hasta los santos tienen intereses.

Caso parecido es el del Papa Juan Pablo II. El 22 de octubre de 1978, en el inicio de su pontificado, Karol Wojtyla, pidió al mundo “no tener miedo, abrir las fronteras de los Estados, de los sistemas económicos y políticos”. Un año después, Óscar Romero, arzobispo en El Salvador, fue ignorado por el Papa Juan Pablo II al denunciar la lesa humanidad del régimen salvadoreño. “Hay que ser más cercanos al gobierno”, dicen que respondió, ignorando a Romero, quien fue asesinado dos días después que Espinal Camps, el 24 de marzo de 1980.

¿A quién le rezas en las noches? Hoy quizás a San Martín Caballero o a San Miguel Arcángel, pero en algunos siglos, tal vez la gente le pedirá a Santa Teresa de Calcuta, la cara espiritual del imperio y de los líderes mundiales; la mujer que recibió recursos de Baby Doc Duvalier, el sanguinario dictador haitiano; aquella que puso una corona de flores en el monumento de Enver Hoxha, el líder estalinista del país más represivo y pobre de Europa: Albania.

 

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